Por Epiara Murillo
Cada territorio nace con un canto que perdura en el tiempo a través de sus códigos naturales y la memoria humana que hace parte de esta. El camino de conocimiento que guardan los sabios y sabias de la América indígena en medio de sus montañas y selvas está ligado al cuidado y balance del territorio; entendiendo esto como la relación equilibrada entre todos los seres que lo habitan.
El conocimiento que se busca recuperar en la sabana Cundiboyacense de Colombia esta permeado por el vínculo de aprendizaje que se ha tenido de la mano de algunas etnias de la Sierra Nevada de Santa Marta, que han entregado rutas pedagógicas para entender lo que hay detrás de los sonidos. Para ellos y ellas según su tradición, el sonido, la música, el canto, más allá de ser un recurso estético como lo ha concebido occidente, es una herramienta practica que posibilita la comunicación entre el humano y la naturaleza, en donde a partir de este dialogo sonoro que trae consigo el lenguaje del cuerpo por medio de la danza, unifican un canal de comunicación que cumple la función de alimentar a cada elemento existente, entablar acuerdos entre lo humano y lo no humano y prevenir enfermedades, conflictos, accidentes, catástrofes como resultado de la ruptura del dialogo y del cuidado con el territorio, en términos étnicos romper lazos con la Ley de Origen.
Según la palabra de base, todo tiene espíritu, todo necesita canto, si no se está en una constante reciprocidad; si tomamos de la naturaleza sin devolver y sin pedir permiso, viene el desbalance manifestado en problemas con el clima, la siembra, conflictos humanos, desorden global. Con la música, se ordena, se pide permiso, se hace acuerdo con el mundo natural. Hacer música, sonar, es un acto necesario, educativo, poético y practico que nos acerca a una lógica de seres oyentes, en donde el pensamiento y la sensibilidad de lo auditivo entran en un solo fogón a calentar a los hijos e hijas de una nueva cultura, que escuchan la tierra y cuidan el pensamiento y el corazón para desde allí guardianar la vida con el arte del sonido.
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